Monday, July 22, 2013

La Hospitalidad Verdadera



San Lucas 10: 38-42

Jesús siguió su camino y llegó a una aldea, donde una mujer llamada Marta lo hospedó. Marta tenía una hermana llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía. Pero Marta, que estaba atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: —Señor, ¿no te preocupa nada que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude. Pero Jesús le contestó: —Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas, pero sólo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la va a quitar.


           Hace cuatro semanas yo llevé peregrinos a Grecia y a Turquía en los pasos de apóstol San Pablo.   Después la visita a las ruinas de Éfeso, nuestra guía nos llevó al que supuestamente era un centro cultural.  Un hombre nos explicó el arte de la alfombra turca mientras mujeres la nos demostraban como hacerlas.  Entonces, él nos llevó a una sala del edificio y ofreció té de manzana, vino, Raki (un alcohol de Turquía), y comida.  Mientras nosotros comíamos y bebíamos, sus compañeros nos mostraron muchas alfombras.  Finalmente, el hombre nos las trató vender.

Tarde yo hablé con el hombre.  En realidad no era un centro cultural pero un negocio familiar.  Todo era simplemente una mercadotecnia para vendernos alfombras.  La hospitalidad de este hombre no era sincera.  Jesús revela en el evangelio la importancia de la hospitalidad verdadera.  Hospitalidad simplemente es cuidar de otros en el alma y el cuerpo. 
 
En el evangelio hoy, Jesús visita a Marta y a María.  María se sienta a los pies de Jesús mientras Marta está “atareada con sus muchos quehaceres.”  Frecuentemente las personas creen que esta lectura dice que la vida contemplativa es superior a la vida activa, pero Jesús no lo dice.  De hecho, en la historia del buen samaritano, que está inmediatamente antes de la lectura de Marta y María, Jesús elogia al samaritano porque él ayuda el damnificado de los robos, cuando el sacerdote y el levita lo evitan y no hacen nada.  Entonces, ¿cómo podemos entender Marta y María?  La llave, según el erudito Alan Culpepper, está en la parábola del sembrador.[1]  Jesús explica la metáfora de la semilla diciendo, “la semilla que cayó entre los espinos, éstos son los que han oído (la palabra de Dios), y al continuar su camino son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y su fruto no madura” (Lucas 8:14 LBA).  Marta está ahogándose por sus preocupaciones.  Su problema no es dar la bienvenida pero sus preocupaciones.  María ha elegido la mejor parte.  Ella no está distraída por los cuidados mundanos.  Ella se enfoca a la palabra de Jesús.

María es un ejemplo de la hospitalidad verdadera.  Ella atiende al alma, al espíritu.  Normalmente en los Estados Unidos las personas creen que las necesidades del cuerpo son las más importantes.  Es verdad que ellas son esenciales.  Nosotros lo vimos en la escritura.  El buen samaritano es el ejemplo.  Él cuida al cuerpo del damnificado.  Sin embargo las necesidades físicas no son todo.  Santiago dice, “Así como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta” (2:26 LBA).  El cuerpo y el espíritu.  La fe y las obras.  Ambos son necesarios.

Hace siete años yo participé en una misión a las montañas de Kentucky.  Mi equipo reparó una casa móvil, donde una mujer con problemas de sobrepeso y discapacitada vivía.  Nosotros construimos una base para aislar la vivienda del frío y hacer la casa más caliente durante el invierno.  Todos en el equipo trabajaron duro excepto un perezoso chico.  Su padre que era un miembro del equipo constantemente trató de hacerlo trabajar sin éxito.  Al final de la semana nosotros discutimos el trabajo con la mujer.  Ella apreció nuestros esfuerzos reparar su casa pero ella apreció más el joven perezoso.  Él platicó más con ella desde que él no estaba trabajando.  La dueña quería que él quedara con ella.

La hospitalidad toma muchas formas.  Como puede dar la bienvenida en tu casa, pero también puede hacer algo amable para otro ser.  Un vecino de mi esposa y mío murió hace ocho meses.  Desde que mi esposa y yo hemos visitado la viuda para dar pequeños regalos y platicar con ella.  Ella nos escribió una carta que decía, “¡De visitas, mantillas de oración, y oraciones!  ¡Por flores, comida, y chocolates – ustedes han hecho todo!”  Pero también la hospitalidad puede ser una palabra amable.  Nora Hernández dijo en un artículo en La Conexión sobre el poder de las palabras, “La lengua es el órgano que le brinda la oportunidad de cambiar vidas mediante enseñanzas, consejos, palabras de aliento y consuelo.”[2]

Quizás lo más importante sea simplemente escuchar a otra persona.  Yo visite a mi padre hace dos meses.  Él tiene 90 años y algunos problemas físicos.  Al final de la visita él dijo, “Tú me escuchas.”   San Benito Lujan dice en el prólogo de su regla de la vida monástica, “Escucha, hijo, los preceptos del Maestro, e inclina el oído de tu corazón.”    Inclina el oído de tu corazón significa escuchar con cuidado y afección.

Por último, la hospitalidad es una expresión del amor de dios.  El Señor nos da la bienvenida a su mesa cada domingo.  Él nos da la bienvenida como el padre corre a dar bienvenida al hijo pródigo (Lucas 15:20).  Su hijo Jesucristo nos da un mandamiento nuevo para caminar en los pasos de dios.  Él dice en San Juan, ``Un mandamiento nuevo les doy: `que se amen los unos a los otros;' que como Yo los he amado, así también se amen los unos a los otros” (Juan 13:34 NBH).  La hospitalidad verdadera no es poner la mesa perfecta para un huésped.  La hospitalidad verdadera simplemente es amar.  Es abrir nuestro corazón a otra persona.   La hospitalidad verdadera deja las preocupaciones mundanas para enfocar hacia otra.   La hospitalidad verdadera atienda las necesidades físicas y espirituales.  Nosotros lo hacemos en vías grandes y pequeñas.  Cuando nosotros abrimos nuestro corazón a otra persona,  no solamente llenamos el mandamiento “que se amen los unos a los otros”, pero nosotros somos el amor de Dios.


(Este sermón fue dado en  La Iglesia del Buen Pastor, Durham, N.C., 21 de julio de 2013.)

 


[1] R. Alan Culpepper, “The Gospel of Luke: Introduction, Commentary and Reflections,” The New Interpreter’s Bible, Vol. IX (Nashville: Abingdon Press, 1995), 231-2.
[2] Nora Hernandez, “Tus Palabras tienen energía,” La ConeXion, 10 de julio de 2013, 28.

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