John Kenneth Gibson
El Buen Pastor, Durham NC
1 de agosto 2015
Leccionario Año B Propio 13, 2 Samuel 11:26-12:13ª
Hace dos
semanas, mi esposa y yo vimos la película de 2008 nombrada El niño con el piyama de rayas.
Nos encantó. Tal vez ustedes la
han visto. Mi maestra de español que
vive en Playa del Carmen, México, la vio en el cine.
El filme es un
cuento del hijo del comandante de un campamento de concentración durante la
segunda guerra mundial. El hijo de
nombre Bruno tiene ocho años. Él ve una
experiencia horrible con ojos inocentes.
Bruno, que no tiene amigos porque su familia se ha mudado recientemente
allí, se hace amigo de Shmuel que también tiene ocho años pero es un judío y
prisionero en el campamento. Bruno cree
que el campamento de la muerte es una finca donde los residentes llevan piyama
de rayas.
El padre de
Bruno es Ralf, un teniente coronel, en Las Armas SS. Él quisiera servir a su país. Cree en la causa de los Nazis. Ralf ama a sus padres, a su mujer y a sus
niños. No es completamente malo aunque
comete actos monstruosos. Él es una
mezcla de malo y bueno.
Bruno es lo
mismo. A un punto en el filme, traiciona
a su amigo Shmuel, cuando un teniente lo acusa de ser su amigo. Tarde se arrepiente de su traición y pide
perdón a Shmuel. Para reparar el daño,
Bruno en secreto entra al campamento para ayudar a su amigo a encontrar a su
padre perdido.
Me gusta la
película debido al carácter mezclado de los personajes de Ralf y Bruno. Normalmente, en los filmes americanos y en
las telenovelas españolas, los personajes son buenos o malos. El antagonista es el villano y el
protagonista es el héroe.
Frecuentemente, vemos al mundo de la misma manera.
A menudo
pensamos que otras personas son o malas o buenas y que nosotros somos lo
mismo. Yo tengo esa tendencia. Después de que he cometido un pecado o
simplemente he tomado una mala decisión, pienso que soy malo y peor que otros
hombres.
¿Tiene usted
una experiencia similar en su vida? Un
momento cuando usted cometió un pecado o tomó una mala decisión, y se sentía
malo y peor a otras personas. O
simplemente debido a su estatus o condición en la vida que está en contra de
las normas sociales. Quizás usted es
indocumentado y piensa que en alguna manera es inferior a los ciudadanos
americanos. O está divorciado o soltero,
y por eso inferior a la gente casada. O
no tiene ningún hijo como yo. O tiene
demasiado peso, o tiene piel oscura, o habla inglés con acento español. O es americano
como yo hablando español con acento americano a los oídos de los hispanos.
La primera
lectura hoy nos muestra que todos somos una mezcla de malo y bueno. Todos somos humanos imperfectos. Nosotros no somos ni santos puros ni
condenados puros. A pesar de todo, Dios
está trabajando en nosotros y por nosotros.
Recuerda el
contexto de la primera lectura que escuchamos el sábado pasado. El rey David violó a la mujer Betsabé, trató
de esconder su delito, y finalmente asesinó a Urías, el marido de Betsabé y
leal soldado de David. Natán dijo un
cuento para engañar al rey. En el mundo
antiguo, un rey tenía poder absoluto y podía asesinar a alguien por cualquier
razón. El rey Herodes Antipas ordenó a
sus soldados cortar la cabeza de Juan el Bautista simplemente porque Herodías
la quería (Mateo 14:3-11). No había ningún mecanismo
formal de equilibrio de poderes como en el gobierno de los Estados Unidos. Los profetas de Israel funcionaban como una
restricción, pero tenían que tener cuidado.
La reina Jezabel mató a los profetas porque protestaron contra su
adoración de los ídolos (1 Reyes 18:4). David en
contraste se arrepintió después del enfrentamiento con Natán.
El académico
bíblico Ted Smith dice en su comentario de esta lectura que los pecados de
David habían sido reducidos al mínimo en la historia de nuestra fe para
proteger su imagen como escritor de los salmos, rey ungido, querido de Dios, la
esperanza de Israel y definiendo antepasado de Jesús.[1] Las crónicas, dos libros en el antiguo
testamento, escrito después de Samuel, omiten la historia de la violación y el
asesinato de David por completo. La
película de 1951 David y Betsabé vuelve a contar los pecados de David como una
historia de gran amor. El más popular
hoy en día es que Betsabé sedujo a David y entonces tuvo la culpa. Esas explicaciones, sin embargo, son
mentiras. David era un gran hombre,
querido de Dios y un pecador. No era ni
santo puro ni condenado puro.
En el siglo
veinte, La Madre Teresa era un gran ejemplo de la fe. Trabajaba duro en los barrios pobres de
Calcuta. Cuidaba para los paupérrimos
que estaban muriendo. Todo el mundo
admiraba su fe. Pero después de su
muerte, aprendimos que por cincuenta años ella no sentía ninguna presencia de
Dios y luchaba contra una gran duda en su fe.[2] La Madre Teresa quería que sus diarios y
cartas fueran destruidos porque creía
que distraerían a la gente de Jesús. A
pesar de sus dudas y la falta de un sentido de la presencia de Dios, el Señor
trabajaba en ella y por ella.
Dios puede
trabajar en nosotros y por nosotros a pesar de nuestras imperfecciones
también. Esta semana recuerden que, a
pesar de sus defectos, a pesar de sus diferencias de las normas sociales, y
aún, como el rey David, a pesar de sus pecados, Dios puede trabajar en usted y
por usted. Nosotros no venimos al altar
de Dios porque somos perfectos. Venimos
porque somos imperfectos. Venimos aquí
porque necesitamos la gracia de Dios para reconciliarnos con Dios y con nuestro
prójimo.
Nosotros
estamos bien con Dios no por nuestros méritos pero por el sacrificio de Cristo
por nosotros y por el resto del mundo.
La carta a los efesios dice, “Pues por la bondad de Dios han recibido
ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos
hayan conseguido, sino que es un don de Dios” (2:8). Aunque somos imperfectos, la gracia de Dios
está trabajando para perfeccionarnos, para hacernos por completo a la imagen de
Jesucristo, y para proclamar las buenas noticias de Jesucristo al mundo.
[1] Ted A. Smith, “Commentary on
2 Samuel 11:26-12:13a,” Working Preacher, 2 de Agosto 2009, https://www.workingpreacher.org/preaching.aspx?commentary_id=355.
[2] “La
Madre Teresa de Calcuta puso en duda su fe en Dios,” Internacionales, DIARIODECUYO.com.ar,
9 de mayo 2007, http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=239750.
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